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(Recuerde Que Es Mejor Vivir En Lo Desconocido, Que Morir Con Lo Que Ya Se Sabe)








Bestiario (primera parte)

Ahuitzotl:

Se trata de un ser que habita los ríos y lagos profundos. Es una creencia originaria de Centroamérica. El Ahuitoztl posee el aspecto de un perro negro de pelo corto y tiene manos de mono y orejas puntiagudas. También una cola que se asemeja a una mano humana.

Es un ser peligroso, consigue a sus víctimas sacando la mano desde el fondo del agua simulando pedir ayuda o imitando el llanto de un niño. Entonces, cuando alguien acude en ayuda del supuesto ahogado, el Ahuitzotl atrapa al desafortunado y lo lleva a las profundidades. La bestia comería sus ojos, sus dientes y su uñas.

Pese a la maldad del Ahuitzotl, se le atribuye ser un servidor de Tlaloc, dios de la lluvia. Por lo tanto, aún cuando asesina a sus víctimas, son almas benditas.

Su versión voladora recibe el nombre de Atotolin y es conocido también como “coyote acuático” y se dice de él que solo aparece durante la fiesta de Santiago. En esta variante, es descripto como un ave de cuello largo y pico filoso con plumas grises en el cuerpo y blancas en el pecho. Su garras, cuya forma se asemeja a una mano humana son las que utiliza para ahogar a sus víctimas en los ríos y lagos por los que aparece.













Airavata:

El Airavata es un elefante blanco que posee siete trompas. Fue creado por Brahma y sus poderosas piernas son las columnas sobre las cuales se sostiene el universo. En este sentido, el airavata es símbolo de la estabilidad terrestre.

Este elefante extraoridinario es venerado como símbolo de prosperidad ya que se considera que es quien concede a los seres humanos todos los bienes terrenales.
















Alicanto:

Se trata de un ave de la mitología sudamericana (Chile). Esta ave, de gran tamaño, se desplaza a gran velocidad en dirección a la costa. El Alicanto duerme sobre las rocas extendiendo sus alas. Coloca huevos de oro y plata.

Si alguien logra cazar esta ave durante el sueño, conseguirá que le haga de guía a secretos yacimientos de oro. Sin embargo, si el ave despertara mientras el cazador intenta su proeza, un rayo fulminante dejará ciego de por vida al aventurero.

Según otras versiones, se trata de un pájaro nocturno que come metales preciosos y que debido al peso de su buche, no puede volar. Cuando su alimento principal es el oro por esos sus alas irradian una luz dorada, cuando lo es la plata, proyecta una luminosidad plateada.

Si el alicanto se dirige rumbo a un yacimiento de oro o plata, hay que seguirlo con mucho cuidado porque si advierte que lo espían, optará por un camino falso para así confundir a los buscadores de metales preciosos.

















Aluxes:

Los aluxes son duendes traviesos originarios del sur de México cuyos orígenes se funden en las tradiciones mayas (región del Mayab).

Los lugareños que afirman haber visto aluxes los describen como de corta estatura, tal vez de la altura de un niño, pero con facciones adultas. Algunos dicen que usan sobreros, escopeta y que suelen ser acompañados por un perro.

Los aluxues son bondadosos y guardianes de quienes los tratan bien ofreciéndoles comidas y regalos. Pero en caso contrario, cuando no reciben lo que aprecian, provocan inconvenientes y pueden llegar a causar enfermedades.














Anfisbena:

(También Amphisbaena, Amfivena, Anphivena o Fenmine)

Citada en los bestiarios medievales e incluso en la Historia Natural de Plinio, este ser es descripto como una serpiente bicefálica sin cola.

Su nombre se origina en su capacidad ambigua para desplazarse en direcciones contrarias justamente por poseer dos cabezas.

Se le describía también como poseedora de ojos de enorme brillo. Era poseedora de un veneno tan mortal que justamente por eso era necesario que tuviera dos bocas para poder verterlo.














Anjanas:

También conocidas como onjanas, se trata de unos seres fabulosos propios de los mitos cantabros, similares a las ninfas y por lo tanto de aspecto femenino y agradable. Suelen habitar bosques, arroyos y lugares tranquilos. Son de naturaleza serena y carácter benéfico. En algunas ocasiones, también se las describe como mujeres que poseen algún parte del cuerpo como algún otro animal, como por ejemplo aves o peces.














Apophis:

Se trata de una gigantesca serpiente de la mitología egipcia es la representación del espíritu del mal. También conocida como Apop y Apepi es, asimismo, la que dirige los poderes de la oscuridad contra los que el sol, ya sea tomado la forma del dios Ra o Horus, libraba su batalla diaria. Los textos más antiguos afirman que, en épocas remotas, tenía patas y garras que perdió en una lucha. Se la representa con frecuencia como una serpiente con varios pliegues y un cuchillo clavado en cada uno de ellos.













Arpías:

Las arpías o harpías, eran seres femeninos de la mitología griega. Literalmente el nombre Harpía puede traducirse como “las que arrebatan”. De naturaleza maléfica personificaban la fuerza de los elementos devorando ferozmente cuanto encontraban a su paso. Chillaban espantosamente transformandolo todo en excrementos. Algunos autores las consideraban demonios.

Eran representadas de manera diversa pero respondiendo a un patrón similar: una combinación de mujer y ave.

En su Teogonía, Hesíodo las retrata como deidades aladas de larga y suelta caballera, más veloces que el viento y los pájaros. Para Virgilio, eran aves de rostro femenino, garras encorvadas y un inmundo vientre.















Ave Fenix:

La leyenda del Ave Fenix relata la historia de un ave capaz de renacer de sus propias cenizas. Es un símbolo universal de la muerte generada por el fuego, la resurrección, la inmortalidad y el sol. También representa la de delicadeza ya que vive solo del rocío sin lastimar a ninguna criatura viviente.

El mito del Ave Fenix es retomado por literatos de todos los tiempos, entre ellos Dante y Quevedo.

Como se trata de una historia ampliamente difundida, aparece con diferentes versiones en tradiciones distantes en el espacio geográfico. En China, que toma el nombre de Feng representa a la emperatriz y junto al dragón, simboliza la confraternidad inseparable. Y el Simurg representa una idea equivalente.

También en la India, aparece una versión local de mito del Fenix: se trata de una ave que al alcanzar 500 años de vida se inmola en vísperas de la primavera en un altar que ha sido especialmente preparado para tal fin por un sacerdote. Pero es la misma ave la que enciende el fuego. Al día siguiente, entre las cenizas, una larva aparece que luego se transforma en un pequeño pájaro. En la tercera jornada, otra vez puede reconocerse al Fenix que regresa a su lugar de origen. En la mitologia egipcia tomaba el nombre de Benú.

Forma parte del simbolismo de la alquimia, por el renacimiento a través del fuego. En efecto, ésta ave mitológica, en la leyenda medieval del fenix, vive en Arabia, pero vuela a Egipto el hogar de la alquimia, para sufrir su muerte ritual y regeneración. En esta versión, se trata de un ave púrpura o roja que al envejecer construye una pira de madera y especias para arrojarse en su interior. Los rayos del sol encienden el fuego y el pájaro aviva la llama utilizando sus alas hasta consumirse en su totalidad. Luego, un nuevo Fenix nace de las cenizas dejadas por el fuego.

En la mitologia grecorromana, Hesíodo afirmará que el Fenix vivía nueve veces más que un cuervo. Ovidio la rescatará en su Metamorfosis.

En México, el Fenix aparece siempre en compañía del gran dios Quetzalcoatl y para los primeros cristianos, simbolizaba a Cristo, siendo alegoría de su muerte y resurrección.

Y hasta Plinio la incluirá en su Historia Natural, describiéndola como una águila grande que posee un collar dorado al rededor de su cuello, cuerpo color púrpura y cola azul con algunas plumas rosadas a la cual nadie jamás vio alimentarse. Estimó su longevidad en unos quinientos cuarenta años y explicó su regeneración se debía a que de los huesos y la médula del Fenix muerto nacen una suerte de gusanos. Por su parte, Isidoro de Sevilla la describirá como un ave muy longeva (quinientos años) que cuando advierte su envejecimiento construye una pira para inmolarse y luego renacer de sus propias cenizas.

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